"DISPONIBILIDAD PARA LA MISI?N"

En este domingo, continuamos reflexionando con el mensaje del Papa Francisco para

la Jornada Mundial de las Misiones que este año tiene por título: «Aquí estoy, mándame»

(Is 6,8).

El Papa nos recuerda que «para Dios, el mal —incluso el pecado— se convierte en un

desafío para amar y amar cada vez más (cf. Mt 5,38-48; Lc 23,33-34). Por ello, en el misterio

pascual, la misericordia divina cura la herida original de la humanidad y se derrama sobre

todo el universo. La Iglesia, sacramento universal del amor de Dios para el mundo,

continúa la misión de Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de

nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y

pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar

y tiempo.

La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos

percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia.

Preguntémonos: ¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida,

para escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad

consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días?

¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en

Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo, para

compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia? ¿Estamos prontos,

como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin

condiciones (cf. Lc 1,38)? Esta disponibilidad interior es muy importante para poder

responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto,

sino en el hoy de la Iglesia y de la historia.

Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia también se

convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el

miedo, el aislamiento nos interpelan. Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de

los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni

comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer

en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la

relación comunitaria con Dios. Lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, esta

condición debería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás. Y

la oración, mediante la cual Dios toca y mueve nuestro corazón, nos abre a las necesidades

de amor, dignidad y libertad de nuestros hermanos, así como al cuidado de toda la

creación. La imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha

hecho compartir la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la

Misa cada domingo. En este contexto, la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a enviar?»,

se renueva y espera nuestra respuesta generosa y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!» (Is

6,8). Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su

amor, su salvación del pecado y la muerte, su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12).

La celebración la Jornada Mundial de la Misión también significa reafirmar cómo la

oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades para participar

activamente en la misión de Jesús en su Iglesia».

Me uno al Papa Francisco en su invocación a la Virgen María para que ella, «Estrella

de la evangelización y Consuelo de los afligidos, Discípula misionera de su Hijo Jesús,

continúe intercediendo por nosotros y sosteniéndonos».

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!

 

Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

Actualidad - 00:05 11/10/2020